jueves, 24 de septiembre de 2009

Un encuentro inesperado.

Son las 8:00h de la mañana. Salgo de casa, los días son más cortos y aún es de noche y el frío penetra suavemente por mi ropa hasta envolverme en un pequeño escalofrío.
Compro el periódico, tal vez por rutina, pues sé que pondrá lo mismo de siempre, nada ha cambiado en mi ciudad.

Atravieso el parque que me separa de la estación, ese parque maravilloso por el día y tenebroso por las noches, ese que pocos se atreven a cruzar sin saber por qué.

Miro el reloj, es tarde, corro los doscientos metros que me quedan para llegar. El metro está, como cada día, abarrotado de personas que corren de un lado para otro, pendientes del reloj, esquivando a aquellos que, entre cartones, apuran los últimos segundos de sueño.

Apenas puedo caminar por el andén. Siento el metro llegar y decenas de personas se giran hacia él, corriendo, como si de un premio se tratase.
Nunca fui ni creo que seré capaz de entender esta actitud, ¿tantas ganas tienen de ir a trabajar?

Me acerco a uno de los últimos vagones, y a duras penas consigo entrar. Pasan una, dos y hasta tres paradas, - tan sólo me quedan dos para llegar- pienso.

Anuncian la próxima parada, y la gente empieza a agolparse alrededor de las puertas. Una vez que todos han bajado, levanto la mirada del periódico y como una extraña aparición la veo pasar. Acaba de bajarse del vagón, y camina con paso acelerado por el andén, en busca de la salida. Apuro el último segundo antes de que las puertas se cierren, y malamente vuelvo a encontrarla.

Corro tras ella, sin saber por qué, cómo, ni de donde ha salido, pero sabiendo que es ella, que ese según clavado en su mirada lo dice todo.
Sigo corriendo, intentando mientras, pensar algo para decirle. De repente, alguien grita un nombre, Julieta, y ella se detiene en seco, justo frente a mí. Se da la vuelta y sonríe.

A mi espalda un chico, la espera sonriendo. Ella se acerca, pasa a mi lado y siento como, delicadamente, mete la mano en el bolsillo de mi chaqueta. Me quedo inmóvil y cuando me doy la vuelta en su busca, se había perdido entre la gente, con aquel hombre que debería ser yo.
Metí la mano en el bolsillo, y encontré un pequeño papel, que en letras mayúsculas ponía: ROMEO, SOY YO.

Llevo años esperando este momento, creyéndome preparado para saber actuar. Ahora, sé que nada era como pensaba. Esperé. Esperé sin vivir, sólo pensando, y cuando llegó el momento, mi destino se borró, al igual que mis ideas y mis palabras, y no fui capaz de llegar a ese camino que todos esperaban y, que al parecer, ella misma conocía.







(Texto para Literatura Universal).

4 comentarios:

May dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
May dijo...

m he quedado sin palabras...

gracias por compartir esta historia

Luis Cano Ruiz dijo...

Muy buena. Como May, es dificil decir ago que no estropee este texto.

Cuídate.

Javi dijo...

buenas!!

Verdaderamente hermoso, me he quedado sin palabras!!

Felicidades por tu premio, que lo lei en un post anterior pero no tuve tiempo a postearte, lo hago ahora aunque sea con un poquito de retraso.

Un beso!

-javi-