sábado, 27 de febrero de 2010

¿Patito feo?


Haciendo esta foto recordaba aquel cuento del patito feo.

Cada mañana, nos miramos al espejo, y, quieras o no, ese gesto determinará el resto de tu día.

Y es que hay mañanas en que te miras al espejo y dices: Dios mío, ¿dónde voy con esta cara? Y el resto del día, quieras o no, te parecerá una mierda; y te sentirás susceptible con cada mirada y rabiado con cada leve comentario.

También están, como no, esas otras mañanas, en que al mirarte al espejo dices: hoy, me como el mundo. Y así es, pareces el mayor de los triunfadores de tu ciudad; sientes que la gente te mira, te sientes bien, positivo, capaz de todo.


Así es, todo psicológico, siempre es el mismo espejo, siempre el mismo reflejo, pero no siempre queremos vernos de la misma manera.

Y hoy, ¿eres ese patito feo, o pretendes comerte el mundo?

martes, 23 de febrero de 2010

De lo incomprensible de esta vida...


A menudo siento como las nuevas tecnologías nos pisan los talones tan de cerca que no podemos escapar.

Una gran ventaja, sin duda, esta de vivir en pelno siglo XXI, donde desde tu casa optienes todo cuanto necesitas, o al menos la gran mayoría de las cosas.

Pero esto de ir a la moda se nos está escapando de las manos.
Poco a poco vamos cambiando los libros de bolsillo por el libro electrónico, los casetes por los CD's, los CD's, por los MP3, los MP3 por los MP4,estos por los ipod y así, con el tiempo todo queda atrás y no conseguimos correr a la velocidad de las nuevas tecnologías.

Cada día es más frecuente encontrarte a gente que toma un café mientras ojea las noticias en su portatil, o que tal vez esté descubriendo a su gran amor en las redes sociales.

Pero esto llega a extremos insospechados. Y a las pruebas me remito. Me encontraba este domingo en el teatro Filarmónica de Oviedo, concretamente en el concierto del grupo de actualidad El sueño de Morfeo. A mi lado un par de chicas poco mayores que yo, de unos 20 años. En los minutos previos al inicio del concierto, comprobaban una y otra vez su black berry. Pensé: estarán nerviosas, igual son super fans.

Pero se ve que no, pues se pasaron todo el concierto chateando con su nuevísimo móvil, agenda, ordenador.... ¡Lo que sea ese bicho!

Realmente me parece excesivo. ¿Quién paga un concierto para dedicarse a chatear?

Sinceramente, desde aquí les recomiendo a estas chicas que directamente se pongan un CD en su casa y chateen tranquilamente con quienes quieran, al fin y al cabo, el resultado será el mismo.


Adiós a la mágia del directo.


Foto tomada en el concierto.

lunes, 22 de febrero de 2010

La Nueva España.


Muy buenas.

Aquí os dejo el link de un artículo publicado por el periódico La Nueva España sobre la presentación de mi libro.


http://www.lne.es/aviles/2010/02/22/saray-alonso-debuta-17-anos-literatura-poemario/876574.html

domingo, 21 de febrero de 2010


A veces, me quedo pensando cuál será ese pacto al que un día llegaron cielo y mar para hacer de esa unión tan diferente, un paisaje sinigual.

A veces, me quedo pensando por qué las olas rompen con fuerza sobre los duros acantilados y por más que estos resisten, siempre acaban cediendo. No hay constancia ni paciencia mayor que la de aquella ola que cabecea contra la dura roca.


A veces, me quedo pensando qué será lo que teme el sol. Por qué a cierta hora, vuelve raudo a su escondite, como aquella Cenicienta de media noche.

A veces me quedo pensando... para qué pensar.


Fotografía: vistas desde el mirador del Espíritu Santo(20 de Febrero de 2010).

jueves, 18 de febrero de 2010

Gracias.


Es tan grande el mundo, que en muchas ocasiones, te sientes tan solo como perdido.

Pero eso no fue lo que ocurrió hoy.

Y es que hoy era un día importante, la presentación de mi libro. Eran muchas las personas que me habían dicho que asistirían, pero la duda siempre te acompaña hasta el último momento, al igual que los nervios (que la verdad, a pesar de las dos valerianas, no fueron pocos)

Entré en la sala, y no pude evitar echarme atrás. Me di media vuelta y pensé: Dios, toda esta gente está aquí para acompañarme. Y me sentí la persona más afortunada del mundo.

A medida que transcurrían los minutos antes de comenzar, iba apareciendo más y más gente. Más y más caras conocidas.

La vida te pone tantas veces a prueba… que puedes llegar a odiarla. Pero te regala otros tantos momentos, como este en que no sabes cómo dar gracias.

Desde aquí agradecer a todos aquellos que me acompañaron, a todos los que hicieron que este sueño se hiciera realidad, comenzando con el apoyo recibido por el libro y terminando por acompañarme en la presentación del mismo.



Muchas gracias a mis familiares, a mis amigos, a Rodolfo por ayudarme en el libro y, como no, a mi tutora, Deli, por acompañarme en este día tan especial con una trabajada presentación.



Sin más, Gracias.

lunes, 15 de febrero de 2010

Presentación del libro.


Lunes.

Hoy comienza una nueva semana; una semana que pasará de los divertidos y extravagantes disfraces que el carnaval nos ofrece, a la vuelta a la ya conocida y temible rutina.


Es una semana de cambios, y noticias, pues desde aquí os anuncio la ansiada presentación de mi primer libro. (Es cierto, me ha costado, pero al fin llega la semana esperada).


Contaré con la colaboración de mi tutora y profesora de Lengua y Literatura Deli García.

La presentación tendrá lugar el jueves 18 de febrero en el club de prensa de la Nueva España (en Avilés), concretamente en la Casa de la Cultura.

Comenzará a las 20:00h.

Sin más, os invito a asistir a todos aquellos que puedan y les apetezca.

Espero que todo salga tan bien como tenemos planeado.

jueves, 11 de febrero de 2010

Hasta luego.


Tan continua como inevitable es esa sensación de reencuentro que sufrimos cada día con nuestro pasado.

En cada acera, en cada rincón, en esa parada del autobús, en la cola del paro… en ese lugar que nunca imaginarías; ahí te esperan, ese pasado y ese presente que desearías, con todas tus fuerzas, poder llamarlo pasado.

Y es que sucede tan a menudo… cruzamos miradas de indiferencia con aquellos que llegaron a ser grandes amigos, mientras sientes una gran sonrisa falsa en tu nuca de aquel que intento hacerte, por un momento, la vida imposible.

Es lo que ocurre en las pequeñas ciudades. Cuando consigues deshacerte del pasado y sentirte indiferente a los recuerdos que vienen y van en cada rincón de la ciudad, siempre vuelve, y la nostalgia, melancolía, o tal vez la rabia, se apodera de ti una vez más.


En ese momento, ocurre, ese hasta luego, o mejor dicho “taluego”. Esa expresión cortante que nos sirve, en incontables ocasiones, de salida de emergencia de aquello que no quieres recordar.

Una lástima que el miedo, el rencor, la rabia o la nostalgia se apodere de nosotros en cada cruce de miradas y ese “taluego” se pronuncie en tantas y tantas ocasiones.

Nos aferramos a eso que dicen de que las segundas partes nunca fueron buenas, ¿pero qué es de esa excepción que confirma la norma?

domingo, 7 de febrero de 2010

A menudo...

A menudo, miras a tu alrededor y te encuentras con un tumulto de caras conocidas, sonrisas amables que luchan a vida o muerte contra miradas de desprecio, palmadas en la espalda por compasión…

A menudo miras a tu alrededor y te topas de frente con todo aquello tan familiar como extraño, con tu ciudad, nuestra ciudad, esa que encierra tantas historias como mentiras, tantos secretos como soledades.


Y es que a menudo miras a tu alrededor y te encuentras tan acompañado como solo, tan perdido como desamparado.

Es curioso como esta ciudad, y todas las ciudades ocultan en sus soportales cientos de vidas tan llenas por momentos, como solitarias en las noches más frías de aquel duro invierno.

lunes, 1 de febrero de 2010

Toda una vida, o la ausencia de ella.

Queridos hijos:
Realmente no sé cómo empezar. A estas alturas de la vida, probablemente os estaréis preguntando qué ha sido de mí, o tal vez ni siquiera os acordéis de vuestro viejo padre; y en el fondo, no tengo de qué extrañarme. Ha pasado tanto tiempo…

La última vez que os vi aún erais unos críos y llorabais desconsoladamente al vernos partir. Lo que tal vez no sabíais era que tanto yo como vuestra madre lo hicimos todo por vosotros. En nuestro país no podíamos continuar viviendo. Trabajábamos día y noche, para recibir a cambio unas míseras monedas con las que malamente podíamos alimentaros.

Se nos presentó la oportunidad de viajar a España y no pudimos desaprovecharla, así que subimos a aquel viejo camión con plazas limitadas. El camino fue duro, pensábamos en vosotros a cada instante, creyendo que la abuela os cuidaría como sus propios hijos, pero sin desprendernos de aquel miedo que se afanaba con todas sus fuerzas a nuestro cuerpo.

Durante los cinco días de trayecto me dediqué a soñar. Deseaba llegar a nuestro destino, conseguir un trabajo, mandaros el dinero necesario para traeros con nosotros y ser, de nuevo, una familia.

Pero si algo debéis aprender, hijos míos, es que en esta vida nada es lo que parece.
Al llegar a España (ese paraíso tan deseado), nos encerraron en una gran nave sin llegar a ver el sol. Estuvimos, una vez más, trabajando día y noche, pero esta vez sin aquellas pequeñas recompensas.

Siento deciros, que en aquellas duras condiciones, vuestra madre, que por aquel momento esperaba a vuestro tercer hermano, falleció. Fue uno de los momentos más duros de mi vida, y ni siquiera os tenía a mi lado para consolaros, o tal vez, consolarme.

Conseguí escapar, y aún no sé cómo. Al fin vi el sol español, pero una vez más, la soledad se apoderó de mí.

Caminaba por las calles de la ciudad en busca de una solución a todos mis problemas, en busca de una vida. Pero nadie me escuchó.
Quizá ellos creían que no me daba cuenta por no hablar su idioma, pero hay miradas, gestos… que no necesitan explicación alguna.

¿Sabéis? Se vuelve muy difícil comenzar de cero en un lugar que no conoces, sin una sola moneda en el bolsillo, desconociendo por completo el idioma, totalmente solo, sin saber por donde empezar.

Se vuelve difícil mirar a los ojos a aquellas personas que se alejan al pasar a tu lado, que te miran con desprecio, que se creen más que uno por tener un color de piel algo más claro que el mío. Pero bueno, en el fondo he tenido suerte, nadie me ha gritado aún “sudaca de mierda”, o me han apaleado como a otros de esos “inmigrantes asquerosos”, al menos no me lo han dicho a la cara; aunque sus miradas reflejaran eso y mucho más.
Es curioso ¿verdad?, al otro lado del charco alguien como yo gobierna una Nación y es capaz de controlar casi por completo el Mundo entero. Mientras, yo, aquí, pidiendo a duras penas una oportunidad para vivir.
¿Quién decide todo esto?
Cada día siento más cercano ese refrán que dice “unos nacen con estrella, otros nacen estrellados”.
Finalmente, sin remedio alguno, terminé viviendo de la limosna, durmiendo en un pequeño portal que compartía con 4 amigos más: dos rumanos y dos españoles.

En el día a día me sentía como vosotros aquel último día en que os vi, llorando desconsoladamente bajo los cartones que pretendían alejarme del frío, sabiéndome con la certeza de que os olvidaríais de mí, mientras recordaba el rostro de vuestra madre que por momentos me alejaba de esta dura realidad. Lloré cada día, sintiéndome aquel soñador fracasado que únicamente deseaba vivir, aquel hombre que poco a poco se desvanecía con el tiempo y los duros inviernos.

Durante las horas perdidas en aquella pequeña ciudad que habitaba, pude ver cómo funcionaba todo esto. Pude descubrir la intolerancia, hipocresía y prepotencia de tantas personas, que me costaba creer que otro tipo de ser humano podía existir. Pero así es, aún quedan personas con corazón entre todo este ruido de la ciudad.
A diario solía ver a los mismos niños jugando en el parque. Sus primeras caídas, los primeros lloros, los juegos…El tiempo pasaba y se hacían mayores, y envidiaba los paseos con aquel primer amor.
Entonces, una vez más, pensaba en vosotros. Seguro que ya ha llegado el amor a vuestra casa, y con suerte tendréis una familia. Daría lo que fuera por haber estado ahí con vosotros, en cada momento.
Intenté llamaros en varias ocasiones, pero nunca obtuve respuesta alguna.
Hoy he cenado caliente, he dormido en una cama limpia, y por la mañana me esperaba un delicioso desayuno.

Así es hijos míos, siento que estos son mis últimos días de vida, o quizá el pasaporte para la vida de verdad.

Sufro de un cáncer muy avanzado, sin retroceso alguno. No tengo nada para dejaros más que el cariño que siempre he mantenido guardado para vosotros y nunca pude daros.

Escribo esta carta con la única dirección que tengo de vosotros, allí donde solíamos vivir como una familia. Tan sólo el destino decidirá qué hacer con ella.

Únicamente deciros, hijos, que siento no haberlo conseguido. Estoy seguro de que vosotros lo haréis mucho mejor.

Recordarlo: nunca os he olvidado.

Fdo: Vuestro padre.