miércoles, 8 de septiembre de 2010

Era tarde,
Cuando sentíamos el roce de la piel,
Tú mano fría en mi espalda,
El calor de las sábanas húmedas,
El olor a felicidad.

Dos ríos se unían en un único caudal,
Y seguía siendo tarde,
Ya nada importaba,
El silencio de la noche se rompía,
Y aquello que se oía,
Volvía a ser felicidad.

Es la hora de los sueños,
La ciudad descansa en silencio,
Vacía, sola.
Hoy es tarde,
No existe el frío ni el calor,
Sólo el tímido latir de aquel corazón.